Llegamos a Gdańsk sobre las 07.00h. de la mañana, a la estación central de tren o Gdańsk glówny, afortunadamente, tenemos el hotel prácticamente en frente, el Hollyday Inn, así que aunque es demasiado temprano para coger la habitación, si que podemos dejar allí el equipaje, tras lo que vamos a desayunar a un bonita pastelería que nos encontramos en la esquina de un centro comercial camino del centro de la ciudad.
El centro histórico de Gdańsk está formado por la ciudad antigua o Stare Miasto, al norte, y la ciudad principal en el centro o Glówne Miasto. Empezamos visitando esta última, la cual está organizada en una serie de calles paralelas que desembocan en los muelles del Motlawa, protegidas por unas pesadas puertas monumentales. Fue destruida casi en su totalidad durante la Segunda Guerra Mundial pero ha sido la mayor beneficiaria del esfuerzo de reconstrucción. Entramos a ella por la puerta Alta que abre el paso a la llamada vía real (antiguamente era el paso de las comitivas reales), la cual está formada por la calles Dluga y la plaza Dlugi Targ, donde se concentran la mayoría de los monumentos y edificios históricos de la ciudad principal, como el ayuntamiento de la ciudad principal, que alberga el museo histórico de Gdańsk (abierto todos los días, excepto lunes y viernes, de 10.00h a 16.00h.), aparte de gran cantidad de palacetes y mansiones de interesantes fachadas. La puerta Verde da paso a los muelles y es el final de la vía Real. En el paseo de los muelles está lleno de joyerías en las que el ámbar del Báltico es el producto estrella (se puede encontrar para todos los bolsillos). Los muelles están jalonados por una serie de puertas defensivas que cierran la perspectiva de las calles que desembocan en ellos. Todas estas calles y callejuelas son agradables para pasear pero de todas ellas destaca la calle Mariacka, ya que es la única que conserva todas sus escalinatas de acceso a las casas las cuales albergan actualmente tiendas y joyerías de ámbar.
Continuamos caminando por los muelles y llegamos al emblema por excelencia de Gdańsk: su grúa medieval, la más grande de Europa en la época que hace, a la vez, funciones de puerta. Sus ruedas, de5 metros de diámetro, accionadas por unos hombres que andaban en su circunferencia interior, hacían funcionar una polea central que puede levantar hasta dos toneladas de peso. En el siglo XVII se le añadió encima otra polea para montar los mástiles de los navíos. En su interior y en los edificios que la rodean alberga el Museo Marítimo, uno de los mejores del país (abierto todos los días de 09.30h a 16.00h excepto los lunes que cierra).
Continuamos caminando por los muelles y llegamos al emblema por excelencia de Gdańsk: su grúa medieval, la más grande de Europa en la época que hace, a la vez, funciones de puerta. Sus ruedas, de
Tras visitar la grúa, callejeamos por el interior hasta llegar a la iglesia de Nuestra Señora, en la intersección de las calles Mariacka y Chlebnicka, la más grande de Polonia, que, por su tamaño, esta iglesia gótica se compara con Notre-Dame de París La entrada cuesta 2 zl.
Volvemos al centro a buscar un bar mleczny para comer y encontramos el bar Neptun en plena calle principal, instalado en un bonito edificio histórico con vistas a la animación de la calle, ofrece una gran cantidad de apetitosos platos en modalidad de “sefl-service”.
Después de comer, volvemos al hotel donde ya podemos instalarnos en nuestra habitación y de paso descansar un poco antes de iniciar un nuevo paseo por la ciudad, esta vez nos dirigimos a la ciudad vieja, la cual fue anexionada a Gdańsk en el siglo XIV desde entonces alojó a la población polaca más pobre lo cual se tradujo en la posguerra quedando relegada del proceso de reconstrucción, que se limitó tan sólo a las monumentos más representativos, por lo que su aspecto actual difiere bastante de la suntuosidad de la ciudad principal. Empezamos nuestro recorrido por el Gran Molino, como su mismo nombre indica era una antiguo molino medieval actualmente reconvertido en galería comercial. Justo enfrente la iglesia gótica de Santa Catalina y detrás la iglesia de Santa Brígida, ambas fueron totalmente devastadas en la guerra y aunque en su reconstrucción exterior recuperaron su traza gótica. No ocurrió igual con el ayuntamiento de la ciudad antigua, joya del Renacimiento flamenco que consiguió salvarse a la devastación.
Para cenar elegimos el restaurante Palowa, ubicado en el entresuelo abovedado del ayuntamiento parece la sala de banquetes de un castillo señorial. En su carta abundan los platos de pescado y optamos por ellos, pero no me preguntéis por los nombres de los platos que comimos porque soy incapaz de recordarlo o identificarlo, sólo se que era pescado y que estaba muy rico. Después de cenar la calle Dluga sigue manteniendo su animación y sus terrazas, ahora iluminadas con velas la mayoría, invitan a tomar algo.
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