Tras un copioso desayuno en el hotel, empieza nuestra visita por la ciudad, encaminándonos por la avenida Marszalkowska hacia la Stare Miasto, pero antes de entrar en ella, ya desde lejos divisamos la columna de Segismundo en la plaza del Castillo, con sus 20 metros de altura que presiden la estatua del rey Segismundo.
Comenzamos por el castillo real, en la parte alta de la ciudad vieja (abierto de martes a domingo de 10.00h a 17.00h), para más información: http://www.zamek-krolewski.pl/, esta antigua fortaleza del siglo XIII fue, a lo largo de su historia, varias veces modificada, destruida y reconstruida pero fue en la Segunda Guerra Mundial cuando quedó totalmente devastada. Los soldados alemanes, en 1939, por orden de Hitler, una vez que lo despojaron de todos sus objetos de valor lo dinamitaron destruyéndolo completamente. Fue en el año 1971 cuando se decidió reconstruir el castillo, lo cual se consiguió gracias a miles de donativos, tanto de extranjeros como de polacos, siendo nuevamente inaugurado en 1984.
Continuamos adentrándonos en la Stare Miasto, la cual, al igual que el castillo, fue un inmenso campo de ruinas tras la guerra. Su reconstrucción se hizo siguiendo los modelos originales, conllevó un gran esfuerzo por parte de la población y se prolongó de 1949 a 1963. Fue declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Seguimos callejeando por la ciudad vieja camino de la ciudad nueva o Nowe Miasto, pasando por la Barbacana, reconstrucción de las antiguas murallas, dirigiéndonos por la calle Freta, donde se encuentra la casa en la que nació Marie Curie, en el nº 16, y llegamos a la pintoresca plaza del Mercado (rynek Nowego Miasta). Aquí está la pequeña iglesia de las Hermanas del Santo Sacramento una preciosa iglesia barroca que merece la pena visitar, al igual, que la iglesia de la Visitación de la Virgen, un poco más allá, uno de los templos más antiguos de Varsovia, construido al borde de un pequeño promontorio ofrece unas estupendas vistas sobre el río Vístula.
Un poco más allá, en el centro de una plazuela está el monumento al poeta polaco por excelencia, el romántico Adam Mickiewicz, y justo después está la iglesia de los Carmelitas, la cual data del siglo XVIII y es una de las pocas iglesias que logró salvarse de la guerra. Destaca en ella el estupendo altar barroco. Avanzando un poco más nos encontramos con el Presidium del Consejo de Ministros, ubicado en un antiguo palacio neoclásico, donde se firmó el pacto de Varsovia en 1955 y donde años después, en 1989, tuvieron lugar las primeras negociaciones entre los dirigentes comunistas y los líderes del sindicato Solidaridad. Justo enfrente, la estatua del príncipe Józef Poniatowski, (príncipe polaco que llegó a convertirse en mariscal de Francia), como la mayoría de la ciudad, también quedó destruida tras la Segunda Guerra Mundial, afortunadamente, la ciudad de Copenhague poseía un modelo en yeso ya que su escultor fue un danés de principios del XIX, y fundió una copia que ofreció en 1952 a Varsovia.
Antes de seguir con nuestra larga caminata decidimos hacer un alto en el camino para reponer fuerzas, elegimos uno de los llamados bares mleczny, concretamente el Uniwersytecki, junto a la Universidad que se encuentra también en esta calle. Estos bares son como pequeñas cantinas en régimen de autoservicio, en cuya decoración y ambiente no es que se haya invertido mucho, pero la comida es bastante buena y muy barata, es una buena forma de iniciarse en la gastronomía nacional. Durante la Polonia comunista, este tipo de establecimientos ofrecían cocina popular a precios incluso por debajo de coste ya que eran subvencionados por el Estado. Hoy en día, las subvenciones se han perdido pero aún así siguen sirviendo buena comida a precios muy económicos. No os puedo decir el nombre de lo que comimos porque, a no ser que hables polaco, no te queda otra opción que elegir la comida señalando a la camarera lo que quieres de entre toda lo que hay expuesto y luego lo pagas en caja, se que eran unos platos que llevaban carne y verduras pero no tenemos ni idea de que comimos exactamente y mucho menos de cómo se llama.
Tras la comida proseguimos la ruta, la verdad es que toda la vía es una sucesión de diversos palacios e iglesias que sería arduo enumerar por lo que simplemente os destacaré también la armonía de las fachadas neoclásicas de la calle Nowy Świat, en la que, si os gustan los dulces es imprescindible hacer una parada en la pastelería Blikle en el nº 35.
Un poco más al sur por la avenida Marszalkowska llegamos a la plaza Konstytucji, monumental e impresionante en la que destacan sus gigantescas farolas.
No está mal para un día, así que volvemos al hotel para descansar un poco antes de salir a cenar. Elegimos un restaurante que vimos antes al final de Nowy Świat, en la plaza Trzech Krzyzy, el Adler, cuya decoración nos traslada a una especie de granja cubierta por una bonita bóveda, todo con un ambiente muy rústico, con gavillas de heno colgando del techo y demás aparejos propios de una granja. La comida es típicamente polaca, un tanto pesada donde probamos Flaki (una sopa de callos muy sabrosa y que os imaginaréis lo que llena) y Zurek (otra sopa, esta algo más ligera, afortunadamente, algo agria que lleva trocitos de salchicha y patata), como plato principal nos decantamos por unos Bigos (especie de choucroute con col, carne, champiñones, tomates y pasas) y unas chuletas de cerdo rebozadas que dicen es el plato de carne más popular de Polonia. Todo ello acompañado de una riquísima cerveza. Después de esto, al postre no pudimos llegar.
Tras el palizón de día que llevábamos a nuestras espaldas decidimos posponer el buscar algún sitio donde tomar una copa y preferimos regresar al hotel a dormir.
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